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LA COSTA ARGENTINA
La costa argentina es única. Convive la hermosa juventud con la compulsiva adultez y eso propone una vidriera llena de antiguas y nuevas experiencias todos los días. Esté el sol, llueva, nieve o truene.
Hay tantas respuestas al “qué hacer en la costa argentina” como tantas personas llegamos a ella. Las ciudades se preparan para lo que la marea les trae y las playas a quedar expuestas otra temporada. Edificios enteros hechos a nuevos y novedades habitacionales cambian las formas de alquilar mientras que inmobiliarias y hoteles agregan servicios para saberse diferenciar.
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Parrillas y grandes salones de comida remarcan sus años de experiencia con platos elaborados cuando sea. Bares y paradores ponen en la mesa frescura a mediodías o tardes, y las cadenas de hamburguesas internacionales y locales llenan el combo gastronómico. Cualquiera de estas opciones también llenarán nuestras panzas y cachetes colorados, y si bien el colapso puede presentar algún imprevisto, todas merecen mucho respeto. Entremedio los churros, medialunas y choclos que acompañan los mates al viento. Entremedio las aperturas de carpas y sombrillas. Entremedio los juegos de pelota, de revistas y de cartas al atardecer. Entremedio el mar, su agua, la sal y la sed que nos da. Entremedio, el ruido de latas frías y vasos con hielo. Entremedio los teatros, las cenas shows y las maquinitas. Todo esto, y más, sucede por estas costas.
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Y dentro de ellas también. Como las clases de surf. Bien dentro existen amantes de su lugar y sus olas, que enseñan y difunden. Una veloz hora y media pide permiso al cerebro para asentar en cuestión de minutos cultura, palabras y movimientos. Cientos de pasos separan una cabaña llena de colores a la incertidumbre total. Los entrenamientos previos quedan cortos ante las palpitaciones que despierta un mar abierto a jugar. Compañeros y compañeras adolescentes empujan a la diversión. Todo se hace llevadero. De acá para allá. Así te recibe el mar, sobretodo si en apuros estás. La inmensidad te atrapa y te abraza a la par, te lleva y te cae. El tiempo vale más y querés volver a entrar. Querés escuchar y querés recordar, sin saber qué te viene detrás. Querés disfrutar. Lo hacés. Te dejás llevar… y si podés, te parás. Si no, la sonrisa igual estará. Quedará guardada bien dentro tuyo, entre vos y las olas. Entre vos y el lugar.
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Te subirás de vuelta a casa, al toque o días después, y en el cansancio que llevarás entre ropa sucia, encontrarás al llegar, que no hay mucho por lavar. Que las manchas de aderezos, de esos besos al amanecer, de alfajores derretidos, de vómitos de bebés, de arena mojada y lastimaduras, todas esas manchas no saldrán hasta que no baje la marea. Hasta que no vuelvas a la costa, con destino a experimentarla otra vez. PRV POST NXT POST Recommended Posts


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