San Luis
MERLO SAN LUIS
Cuando la ruta se tiñe de naranja y amarillo llega a Villa de Merlo, San Luis, uno de nuestros servicios. ¡Pavada de recibimiento!.
Despertarse en pleno amanecer merlino no es de todos los días pero un cómodo viaje, sin tener que tomar el volante, puede hacerlo posible cada tanto.
Su ubicación geográfica y todo lo que la compone la ubican como el tercer microclima del mundo después de California y Suiza. Si no te lo dicen quizás no te das cuenta pero con tan solo saber que el sol sale casi todo el año, elijo creer.
Una pintoresca terminal al pie de las imponentes Sierras Comechingones nos dió la bienvenida. Su ripio a la vista nos hizo partícipes rápidamente, y sin haber siquiera desayunado, ya sabíamos que cenaríamos en ellas.
Si bien recorrer este lugar en bicicleta es la experiencia que fuimos a buscar, el alquiler de un automóvil ayuda mucho a vivir otras lejanas. Como por ejemplo la de esa cena, que arrancó con un check-in tardío, un almuerzo veloz, unos mates al atardecer en El Tala y derechito a lo del “Pampa” a proveernos para la velada.
Unos sanguchitos y bebidas enlatadas, la luna como guía y al Filo; donde las sombras de los animales no asustan y el aire fresco te prepara para el resto de la estadía.
Entender qué hacen esas rutas ahí, entre las montañas, cómo serían antes e incluso cuántas personas pasaron por esta vida para poder hacerlas, son algunas de las ocurrencias que la altura nocturna genera. El viento sopla fuerte y avisa. El baúl se revuelve con los giros. Elegimos lugar y a comer. A charlar, a recordar y guardar recuerdos.
Al otro día si, ¡a movernos!.
Reservas, montes y bosques. Rocas y cascadas. Zorros y pájaros carpinteros. Cóndores, zorzales, cotorras y águilas. Senderos. El sol pegando y el agua cayendo. Todo esto es Merlo. Unos pocos días en ella alcanzan para verlo.
La bici es un buen medio pero más bien para quienes acostumbramos a usarla. Las continuas elevaciones y pendientes merlinas ponen a andar músculos y pulmones algo más de lo normal. También a los sentidos, importantísimos para que los frenos y los neumáticos hagan bien su trabajo. De costos económicos y variadas opciones de uso, la experiencia que se vive con el rodado también lo vale. Volvés a casa queriendo comprar una.
Yo la usé cerca del atardecer. Otro atractivo de la villa. Desde múltiples miradores, turísticos o inventados, el sol cae en un horizonte recto. Con apenas subir unos metros se lo puede ver y respirar sonriente. Se puede matear con él antes y mientras sucede.
Después cae la noche, casi no refresca, y el tercer puesto al mejor clima se hace sentir.
De poco abrigo, mucha boina o sombrero, alpargatas o zapatillas de cuero, el pueblo merlino y el visitante sale a la calle. Un cincuentavo espectáculo, el Festival del Valle del Sol, forma parte de sus salidas durante el verano, una pequeña sala pone su oferta teatral y múltiples restaurantes la gastronómica. A uno de ellos, el diferente, lo fuimos a probar.
Cabeza del Indio se hace llamar y con turnos programados sirve platos únicos con 12 horas de cocción en pozos y hornos de barro. Su cocina y personal dejan todo por poner en nuestra mesa un momento inolvidable, lleno de sabores y aromas que luego invitan a caminar por un digestivo laberinto, leyendo al lugareño Antonio Esteban Aguero, y terminar en el arroyo Piedra Blanca o en unos piletones de agua natural.
Sin dudas Villa de Merlo es un destino completo para viajar. Para quienes quieran relajar o deportear. No tiene atracciones innecesarias en las cuales malgastar, a no ser que gusten de jugar. Es real que su clima tiene algo que te hace andar, de día o de noche te invita a pasear, a descubrir y explorar, en lo más llano de su plaza central o en lo más alto de sus sierras.
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